
A la Camada 95 la toca de cerca este acontecimiento, dado que uno de nuestros amigos, Manuel Villegas es sobrino de nuestro querido Veco.
En su memoria este BLOG quiere hacer un pequeño y sentido homenaje, reproduciendo las palabras de uno de sus discípulos:
Por Marcelo Loffreda (Dirigido por el Veco Villegas en el SIC desde 1977 hasta 1988)
“El rugby no es un fin en sí mismo sino un medio:
Un medio para disfrutar.
Un medio para educar y educarse.
Un medio para relacionarse”.
Palabras que me quedaron grabadas y que se hicieron carne no sólo en mí, sino en todas las personas que tuvieron la oportunidad de compartir años, meses, días e inclusive sólo horas con el Veco.
Eso decía el Veco respecto al rugby y así era también como lo vivía. Porque, entre un sinnúmero de virtudes que tenía, la de ser consecuente con lo que pensaba, decía y actuaba, era otra de ellas.
Si había algo sorprendente en el Veco, era que siempre, absolutamente siempre, cuando hablaba, estabas atento, te “enganchaba”. Tenía la capacidad o el don de la palabra, lo que le permitía poder transmitir sus pensamientos o conceptos con facilidad y claridad, de manera simple y comprensible, pero al mismo tiempo con seguridad y firmeza. Era un placer escucharlo.
Su vida fue, según mi visión, un ejemplo de humildad, de amor y de pasión. De humildad porque nunca fue atrapado por el exitismo, ni por la tentación de creerse más de lo que realmente era. Perfil bajo, palabras reflexivas y tono siempre medido. Esa fue siempre una constante en su vida. De amor a su familia, a Maricha y a sus hijos (Mercedes, Santiago, Joaquín y Francisco), a su primer club, Liceo Militar, donde se inició en este juego y conoció a Catamarca Ocampo, y a su club adoptivo, el SIC. De pasión por el rugby, un deporte que como jugador no se había llegado a destacar demasiado, pero que como entrenador, coach, educador e inclusive maestro, llegó a sorprender y llamar la atención del mundo entero, en épocas donde la Argentina era sólo una mancha en el mapa rugbístico internacional, cuando lo invitaron a dar una conferencia sobre el juego en Gales.
Estudioso, sistemático, detallista, analítico y disciplinado, eran algunas de las características que lo hacían sobresalir como entrenador, pero lo que lo hacía aún más notable eran sus valores humanos.
Honestidad, solidaridad y respeto fueron una constante en su, lamentablemente, corta vida.
Junto a Emilio (Gringo) Perasso formaron una dupla excepcional en términos de continuidad y éxito deportivo entrenando a la Primera División del SIC durante muchos años y al Seleccionado Argentino. Pero todavía, mucho más valioso en términos humanos, ambos utilizaron el respeto como premisa básica ante todo.
El SIC basa su filosofía y sus principios, en experiencia e historia, en enseñanzas y ejemplos. Si hay alguien que ha contribuido enormemente a construir esta concepción de lo que es para nosotros una forma de vivir, ese ha sido el Veco.
“El rugby no es un fin en sí mismo sino un medio:
Un medio para disfrutar.
Un medio para educar y educarse.
Un medio para relacionarse”.
Palabras que me quedaron grabadas y que se hicieron carne no sólo en mí, sino en todas las personas que tuvieron la oportunidad de compartir años, meses, días e inclusive sólo horas con el Veco.
Eso decía el Veco respecto al rugby y así era también como lo vivía. Porque, entre un sinnúmero de virtudes que tenía, la de ser consecuente con lo que pensaba, decía y actuaba, era otra de ellas.
Si había algo sorprendente en el Veco, era que siempre, absolutamente siempre, cuando hablaba, estabas atento, te “enganchaba”. Tenía la capacidad o el don de la palabra, lo que le permitía poder transmitir sus pensamientos o conceptos con facilidad y claridad, de manera simple y comprensible, pero al mismo tiempo con seguridad y firmeza. Era un placer escucharlo.
Su vida fue, según mi visión, un ejemplo de humildad, de amor y de pasión. De humildad porque nunca fue atrapado por el exitismo, ni por la tentación de creerse más de lo que realmente era. Perfil bajo, palabras reflexivas y tono siempre medido. Esa fue siempre una constante en su vida. De amor a su familia, a Maricha y a sus hijos (Mercedes, Santiago, Joaquín y Francisco), a su primer club, Liceo Militar, donde se inició en este juego y conoció a Catamarca Ocampo, y a su club adoptivo, el SIC. De pasión por el rugby, un deporte que como jugador no se había llegado a destacar demasiado, pero que como entrenador, coach, educador e inclusive maestro, llegó a sorprender y llamar la atención del mundo entero, en épocas donde la Argentina era sólo una mancha en el mapa rugbístico internacional, cuando lo invitaron a dar una conferencia sobre el juego en Gales.
Estudioso, sistemático, detallista, analítico y disciplinado, eran algunas de las características que lo hacían sobresalir como entrenador, pero lo que lo hacía aún más notable eran sus valores humanos.
Honestidad, solidaridad y respeto fueron una constante en su, lamentablemente, corta vida.
Junto a Emilio (Gringo) Perasso formaron una dupla excepcional en términos de continuidad y éxito deportivo entrenando a la Primera División del SIC durante muchos años y al Seleccionado Argentino. Pero todavía, mucho más valioso en términos humanos, ambos utilizaron el respeto como premisa básica ante todo.
El SIC basa su filosofía y sus principios, en experiencia e historia, en enseñanzas y ejemplos. Si hay alguien que ha contribuido enormemente a construir esta concepción de lo que es para nosotros una forma de vivir, ese ha sido el Veco.
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